El Fin del Viaje
No había dormido en bastante tiempo. Se mantenía despierto a base de estimulantes y controlaba el consumo de sus raciones para mantenerse lo mas sano posible. Pero su cuerpo ya le pedía descanso, sentía como se encontraba totalmente agotado y cada vez se le hacía mas difícil las tareas mas sencillas. Sentado en el asiento del piloto, miraba con atención todas las pantallas que le indicaban que hace mucho habían dejado atrás el territorio del consejo. No habían sistemas conocidos en las cercanías y se encontraba a ciegas en territorio no explorado. Había envejecido, por rehusarse a usar el hipersueño para retardar el efecto del tiempo sobre él. Estaba muy cerca del objetivo, podía divisar el brillo de la nebulosa Arkos2112 (como la habían nombrado los observadores de estrellas) y pronto descubriría que le esperaba allí.
Sus ojos se cerraban por si solos, cabeceando de un lado a otro en una lucha constante por no dormirse, pero era una lucha que al final no podría ganar. Cayó en un sueño profundo que comprendía el resto del viaje, un sueño necesario que le permitió reponer fuerzas, por muy pocas que fuesen, para resistir lo que le quedaba por delante.
Sus sueños le sumían en la oscuridad. Una voz susurrante lo llamaba, aquellos ojos le seguían mirando dentro del alma. Pero esta vez no entendía sus palabras, esta vez no veía vida alguna tras aquellos orbes que se mantenían fijos frente a él. Era distinto. Se sintió agitado. Quiso despertar pero se le hizo imposible. Trataba de mover su cuerpo, pero era inexistente. Su conciencia solo flotaba. No parecía existir, solo percibía las cosas y no podía hacer nada. Quizás había llegado su fin y no se había enterado. ¿Como era morir? Nadie lo sabía. Bien podría estarlo experimentando.
Bip, bip, bip.
Abrió los ojos. Las alarmas y notificaciones saltaron en las pantallas que tenía frente a él, el sonido chirriante de los altavoces le habían despertado y tuvo que esperar unos segundos para poder procesar la información con claridad. La sonda. Sacudió su cabeza en un intento de espabilarse y poner mas atención a lo que decía. La sonda finalmente había dado respuesta (los sistemas hacían un barrido de los canales de comunicación constantemente, buscando una respuesta por mas improbable que pareciera). Dio las órdenes gestuales para recibir los mensajes y pronto se presentaban ante él, uno en cada pantalla. Abrió los ojos de par en par, mirando de un monitor a otro, sintiendo un temblor en el labio, un gemido ronco escapando de su garganta y el sudor recorriéndole la nuca.
-No sigas-
-Regresa-
-Es muy peligroso-
-Vuelve-
-No hay vida-
-¡RÍNDETE!-
-¡NO BUSQUES MAS!
-Solo hay... sufrimiento-
-Vuelve... por tu bien-
Agitó su mano frente a los monitores para hacer desaparecer los mensajes. La sonda había respondido. Finalmente llegaba a su objetivo. Estaba cerca.
Miró entonces los reportes de navegación y se dio cuenta que ya había llegado finalmente al territorio espacial donde se encontraba la nebulosa, pero no se parecía en nada a lo que esperaba encontrarse allí. Todo era caos. Era lo que imaginaba sería el estado en que se encontraría todo al morir alguna enorme estrella. Pero tampoco era exactamente eso. No sabía como definirlo, pero todos los restos estelares se movían en sincronía, viajando en una trayectoria circular, acercándose al centro. La nave se agitó y una luz roja invadió la cabina del piloto. ¡Peligro! Se sacudió nuevamente y el viajero se ajustó el arnés de seguridad mientras trataba de dar nuevas instrucciones a la lanzadera para salir de aquello con vida. Algo lo estaba arrastrando, al igual que a todo a su alrededor. Un mensaje saltó en la pantalla.
-Estás perdido-
Lo hizo desaparecer de inmediato y activó los controles para maniobrar la nave, pero era imposible sacarla de su curso. La velocidad aumentaba y pronto se veía atrapado en un vórtice que le llevaba a un destino incierto. Escuchó un rugido a su alrededor mientras un brillo cegador se adueñaba de todo y aturdía los sentidos. Todos sus recuerdos comenzaron a pasar frente a sus ojos. Desde su infancia, recordando sus primeras palabras, sus amigos y su vida de niño. Llego a la adolescencia y consiguió cosechar muchos éxitos, pero siempre le hacía falta algo. Llegó a ser un adulto completo y vivía a plenitud, pero no fue hasta que la conoció que comprendió lo que siempre le había hecho falta. Todos aquellos momentos a su lados los revivió con tanta claridad que se sentía revitalizado. Pronto no veía, no escuchaba ni sentía nada. De un brillo absoluto que le había saturado la vista, pasó a una oscuridad eterna que le envolvía y le reconfortaba. Un zumbido a lo lejos le arrullaba, hasta que progresivamente se fue apagando.
Flotaba en la oscuridad, como en su sueño, pero esta vez no habían voces, no había un par de ojos sobre él. Estaba solo. Había perdido todo.
¡CRASH!
Volvía a sentir dolor. Sentía el movimiento de su pecho al respirar de manera descontrolada, mientras sus extremidades ardían al intentar moverse. Intentó gritar y escuchó un grave aullido. A sus oídos llegaba el rugido de una fuerte ventisca.
Abrió los ojos.
Estaba tendido sobre su espalda, mirando a un cielo oscuro, sin estrellas. No tenía idea de cuanto tiempo llevaba allí, pero le pareció una eternidad. Sus brazos extendidos a ambos lados, el dolor ardiente recorriendo toda su piel. Sintió entonces el gusto de la sangre que corría por su rostro hasta sus labios. El característico olor del líquido reactivó nuevamente sus sentidos. Sus manos se cerraron sobre la superficie sobre la que descansaba y pudo atrapar finos granos de arena totalmente blanca. Hizo el mayor esfuerzo por levantar su cabeza y ver a su alrededor, pero bien podría seguir aturdido porque todo era blanco, a excepción del oscuro cielo.
Respiró. Una y otra vez. Inhalando y exhalando. Tratando de calmarse y recuperar la compostura.
Pronto se encontraría nuevamente de pie, mirando el paraje desértico que le rodeaba. Todo era blanco e infinito. El cielo oscuro y sobrecogedor. Una única fuente de luz le permitía ver, proveniente del horizonte, a lo lejos. Era brillante y pura.
"No debías venir"
Aquella voz volvía a hablarle al oído, en susurros cargados de dolor. El viajero hizo acopio de sus fuerzas y comenzó su andar. Notó entonces que estaba descalzo, caminando sobre la arena. Su traje se había hecho trizas casi en su totalidad. Andaba prácticamente desnudo. No había ni rastro de la nave y un solo camino que seguir: andar hacia la luz.
La fuerte brisa amenazaba con hacer caer al anciano, pero no permitió ni un segundo de debilidad en su andar. Su mirada estaba fija en aquella brillante luz en el horizonte. Sus piernas, aunque magulladas y adoloridas, daban su último esfuerzo por andar obedeciendo a su amo. Sentía su cuerpo arder con cada paso que daba, pero su fuerza no disminuía. Podía sentir su propio corazón latir con fuerza, como nunca lo había hecho en los últimos años desde que comenzó su viaje.
Caminó por lo que le pareció fueron horas y nunca se acercaba a la fuente de aquella luz. Pero eso no lo detuvo. Siguió andando, lleno de convicción de cumplir su objetivo. Sabía que la encontraría. Sabía que su lugar era estar allí. Las voces volvían, pero eran muchas. Sus amigos le hablaban, le contaban chistes. Sus padres le elogiaban, le animaban a cumplir sus metas. Sus enemigos le insultaban, le agredían y se mofaban de él. Sus compañeros agradecían su colaboración. Los que le envidiaban gruñían falsos elogios. Pero aquella voz, aquella voz que tanto anhelaba escuchar ahora ya no se escuchaba. Se sentía observado, pero no por aquellos ojos. Se sentía observado, pero era tan solo la muerte esperando a que aquel último rastro de vida abandonara su cuerpo. La luz seguía estando lejos, pero debía seguir.
Tropezó.
Recordó su primer viaje espacial. La primera vez que se encontró solo entre el mar de estrellas sintiendo la libertad de viajar a donde quisiera y sin tumbo fijo. Había tenido una buena vida. Su cuerpo había caído de forma pesada sobre la blanca arena y tuvo que retorcerse para poder quedar nuevamente sobre su espalda y poder respirar con cierta dificultad. Ya no podría ponerse en pie. Recordó entonces el día en que desapareció. Con una sola lágrima se despidió y escapó hacia las estrellas en un viaje sin retorno. Trató de seguirla aunque ella le pidiera lo contrario. Por cientos de años la buscó y nunca se rindió.
"Te lo pedí"
La escuchó y su corazón dio un brinco. Sentía que estaba a punto de salirse de su pecho. Abrió bien los ojos, pero no lograba percibir nada. Nunca entendió por qué se fue. Por qué lo había dejado solo. Por qué arrancó parte de su ser y le dejó aquel vacío.
"Te dije que no me siguieras..."
Su respiración enloquecía mientras miraba en todas direcciones. Le estaba exigiendo a su cuerpo demasiado para tratar de ponerse en pie, una tarea que no podía cumplir ya.
"Tenía que irme. Tu tenías que seguir tu vida. Tu tenías que ser feliz."
Negó lentamente, aunque sintiera que su cuerpo quería explotar de energía, aunque sintiera que su corazón se causaba daño a si mismo con cada latido.
"Nunca me dijiste adiós" le respondió.
Sintió una extraña calidez alrededor de su cuerpo, unas suaves manos que se posaban sobre sus mejillas y entonces volvieron a aparecer aquellos ojos. Le miraban con tristeza
"No encontré la manera. Era el momento de despedirse. Tu no me necesitabas para ser feliz. Tu tenías toda una vida que disfrutar y en cambio la desperdiciaste siguiendo una ilusión."
Nuevamente negó con la cabeza, aunque esta vez los latidos de su corazón volvían al ritmo lento y doloroso de antes.
"En eso te equivocas. Si lograba verte una vez mas, no la he desperdiciado. Fue mi decisión y no me arrepiento de ello."
Se hizo un largo silencio. Aun sentía sus manos contra la piel de sus mejillas, la cálida sensación no se había disipado.
"¿Y ha valido la pena, aunque no sea real?" le preguntó la voz.
Un nuevo silencio se apoderó del planeta, mientras el viajero cerraba los ojos.
"Ha sido real. Lo sé. Puedo verte, puedo sentirte y ahora, puedo decirte adiós."
No hubo mas palabras. Sintió como posaba los labios sobre los suyos, en una última exhalación de vida para que al instante toda aquella calidez desapareciera. Ya no sentía sus manos. Ya no escuchaba su voz. Ya no veía sus ojos. Tan solo descansaba totalmente solo, con una gran sonrisa en su rostro y los ojos fijos en el oscuro cielo sin estrellas.
FIN

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