Comunicación
Un grito desesperado rompía el silencio absoluto de la lanzadera YK12Z, que viajaba sin un rumbo claro a través del espacio. Su único tripulante jadeaba y se apretaba el pecho con la mano derecha al salir de la cápsula del hipersueño completamente pálido y sudoroso. Sin pensarlo dos veces corrió a gran velocidad hasta llegar al baño. Se sentía mareado, débil y con ganas de vomitar. La intensa luz del cuarto de baño le hacía daño a la vista pero no le dio importancia. Se aferró al lavabo y trató de calmar su respiración. Su respiración era errática y cada cierto tiempo sentía que se iba a ahogar, pero pasados unos minutos levantó la vista. El espejo le devolvía una mirada, pero no era la suya. Eran aquellos ojos que veía siempre al dormir, al despertar, al mirar al oscuro espacio. Estaban grabados en su mente y afligían a su corazón.
Sintió sus piernas temblorosas y se dejó caer a un lado, para terminar vaciando su sistema digestivo en el retrete vomitando lo poco que había comido antes de entrar al hipersueño. A punto estuvo de perder el conocimiento, pero mantuvo la compostura. Sujetándose de cualquier asidero que tuviese cerca volvió a ponerse en pie y se lavó el rostro en el lavabo.
"Maldición..." pronunció entre dientes mientras salía rumbo a su habitación. Detestaba cuando su cuerpo cedía ante aquellas situaciones y no tenía manera de controlarlo. Era un aviso de que su tiempo se seguía acabando. Tomó su ropa, se vistió lentamente y caminó arrastrando los pies rumbo a la cabina del piloto. Todos los sistemas funcionaban correctamente y estaban llegando a la órbita de un planeta pequeño en el sistema Rhodor31X. Estaba habitado, aunque no era parte del Consejo Interestelar. Era una colonia de exiliados, aquellas personas que no estaban de acuerdo con las leyes del gobierno establecido por el Consejo Interestelar y decidían vivir libres, aunque aislado del resto de sistemas. Se les concedía tener control de un planeta o incluso un sistema (si su población crecía lo suficiente) de manera pacífica, siempre y cuando no interfirieran con las actividades del Consejo. Era un trato bastante bueno que beneficiaba a ambas partes, ya que evitaban entrar en contacto (salvo aquellas raras ocasiones en que se generaba algún conflicto bélico, aunque eran muy escasos)
"Vale la pena intentarlo..." murmuró, ya que se le acababan las opciones y bien podría descubrir algo en aquel planeta. Hizo los gestos ante el terminal para dar las instrucciones de aterrizaje y se retiró para colocarse el traje de exploración.
El descenso se realizó con poca turbulencia y pronto pudo acceder a uno de los grandes poblados de la colonia. Una de las ventajas de aquellos planetas es que no eran tan estrictos con los permisos de aterrizaje. Levantaría sospechas que un ciudadanos del Consejo Interestelar llegara a su colonia sin razón aparente, pero tenían cierta tolerancia si podían asegurarse de que no causarían problemas ni estuviesen armados.
No tuvo ningún tipo de recibimiento. Tan pronto salió de la nave se vio perdido entre la marea de gente que iba de un lado a otro en el astro-puerto y pronto fue abordado por uno de los oficiales de seguridad. Tras identificarse, firmar los permisos y contrato de responsabilidad por su presencia como ciudadano del Consejo, se le dejó andar con libertad por la ciudad (aunque estaba claro que le mantendrían un ojo encima, pero no pensaba buscar problemas)
Le parecía tan extraño aquel lugar ya que vivían de manera muy distinta a la que estaba acostumbrado. Los comercios, casas y demás sitios parecían haber crecido naturalmente en el planeta porque no parecían seguir un orden específico, todo era un caos con cierta atractivo artístico. Como una pintura que debes observar por horas para entenderla y muchos años después aun puedes encontrar pequeños detalles nuevos entre todo ese remolino de colores y pinceladas. Pasaba entre algunas multitudes pero no podía entender nada de lo que decían. Eran pocos los exiliados que usaban la lengua común del consejo. Al vivir apartados del resto del universo, su idioma se fue transformando hasta ser totalmente distinto, si bien habían muchos humanos también se encontraban otras especies que habían aportado su cultura al nuevo idioma. Era difícil incluso encontrar colonias de exiliados que tuvieran una lengua en común. Cada colonia era única en todo sentido.
Pronto llegó a una zona residencial que había visto mejores tiempos. Las casas estaban bastante afectadas por los elementos y las calles y servicios se veían en muy mal estado. No sabía que lo había atraído a aquel lugar en concreto (en aquella gran ciudad) pero pronto descubriría que estaba en el lugar correcto. Anduvo por calles y callejones hasta toparse con una vieja casa donde una pareja de jóvenes (un humano y una chica de otra especie, de piel roja y llena de escamas en diversas partes) parecían tener algún tipo de discusión. Cruzó su mirada con ellos por un instante y se quedaron estáticos. Pasados unos segundos se miraron ambos a los ojos y asintieron con un rápido movimiento.
De un salto y dando largas zancadas se acercaron y le miraron de cerca. El hombre se mantuvo calmado y escuchó la verborrea que soltaban en su idioma pero que se le hacía imposible de comprender. Si fuesen parte del consejo, el traductor incorporado de su traje haría el trabajo, pero aquel dialecto era totalmente desconocido. Seguían hablando sin parar y el chico humano le tomaba del brazo y le hacía señas de que caminara con ellos.
Por un par de segundos hizo resistencia, analizando la situación para luego finalmente terminar confiando en aquellos nativos, aunque no sabía que podría obtener si no lograba entenderles nada. Entraron a la vieja casa y le llevaron a través de un par de corredores y habitaciones hasta llegar a un patio interno. Los ojos amarillos en su totalidad, de la chica de otra especie, le miraban apremiante haciendo señas de que caminara adelante. Tragó en seco y obedeció. No tenía idea de en que se había metido, pero su instinto le indicaba que debía seguir.
Un hombre se encontraba sentado con las piernas cruzadas sobre el suelo, de espaldas a ellos. Al notar su presencia giró la cabeza y fijó su mirada en el desconocido. El anciano era un híbrido. De clara descendencia humana, pero también tenía características de otra especie. Era evidente por la forma de sus manos (solo poseía tres grandes dedos) y el tono grisáceo con manchas azules de su piel. Sus ojos se ensancharon y abrió su boca en una expresión de sorpresa aunque no produjo sonido alguno.
Le hizo señas al invitado para que se acercara. Parecía que no podía ponerse en pie. La pareja de jóvenes se apartaron y desaparecieron en una de las habitaciones contiguas. El viajero no sabía que hacer, pero caminó lentamente para quedar frente al anciano.
El viejo inclinó su cabeza como saludo. Por educación, el invitado hizo lo mismo. Finalmente, con voz ronca, el anciano habló. Parecía estar explicando o relatando algo, pero no lograba comprender nada. Su voz alguna vez tuvo que ser fuerte e imponente, pero ahora era solo un sonido ronco y cansado. "No le entiendo" le respondió, deseando que el anciano no malgastara su energía en hablarle si no iba a poder entender. El viejo negó, lentamente. Suspiró y apuntó con su mano al antebrazo del viajero, donde llevaba el terminal de información y luego apuntó hacia el cielo, hacia las estrellas.
Tardó unos segundos en comprender su petición, pero ante la mirada firme del anciano, que seguía apuntando con su mano hacia el cielo, dio la orden a su terminal para desplegar un holograma del mapa estelar de la zona. El viejo de inmediato asintió y le pidió, con señas, que se acercara mas. Obedeció, sin estar seguro por qué y pronto el anciano pasó su mano por el holograma, ensanchando y moviendo el punto de enfoque hasta dar con una nebulosa. Volvió a pronunciar palabras que no entendía y luego le miró directamente a los ojos.
En ese momento los vio. Aquellos ojos nuevamente se aparecían ante él. No eran los ojos viejos y cansados del hombre que estaba sentado en el suelo, eran los ojos, la mirada que le seguía a todas partes. El anciano resopló y volvió a señalar la nebulosa en el holograma. El viajero asintió. El anciano ahora le apuntaba a él y luego a las estrellas. Le decía que esa era la dirección en que debía viajar. Que allí encontraría lo que buscaba.
Pero... ¿Cómo aquél anciano podía saber eso? ¿Por qué debía confiar en él? ¿No había llegado allí por mera casualidad, o había sido cosa del destino?
La mirada.
No sabía por qué, pero nuevamente su instinto le decía que debía confiar, que debía emprender su viaje lo mas pronto posible en aquella dirección. Hizo desaparecer el holograma con un rápido movimiento de la mano e inclinó su cabeza en señal de agradecimiento al hombre, pero cuando se giró y se disponía a salir de aquel lugar el anciano extendió su mano para sujetarle del brazo. Sintió un ardor y giró para verle. El viejo volvió a hablar palabras que no entendía, pero en su mente el viajero escuchó una voz que decía sígueme. ¿Estaba comenzando a alucinar? No era la voz del anciano. Era una voz que se le hacía bastante familiar. Entonces, le soltó del brazo y le dejó ir.
Algo alterado y un poco mareado buscó su camino por la casa hasta volver a la salida. Debía deshacer sus pasos para volver al astro-puerto y subir a su nave lo mas pronto posible, pero antes de comenzar a andar por la calle, la voz de la chica de piel roja le hizo darse la vuelta. Corría en su dirección y le sujetó de los hombros cuando estuvo ante el. "Estuvo aquí" le dijo, demostrando haber hecho un gran esfuerzo para pronunciar aquellas palabras en un idioma desconocido para ella y entonces le dedicó una sonrisa al soltarlo y dejarle ir.
Pronto, volvía a estar en el espacio y fijaba las nuevas coordenadas para el viaje antes de volver al hipersueño.

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