El día que nos visitaron los extraterrestres - Archivo 1


Un extraño código

 
     Regresaba a casa tras un largo día de trabajo, como de costumbre, tomando una de las antiguas vías rurales a la salida de la ciudad. El ocaso se mostraba ante mi, mientras tomaba mi rumbo hacia el horizonte en dirección oeste. Desde hace ya varios años había decidido vivir en las afueras, en el campo, mas cerca de la naturaleza que de la caótica y enredada ciudad. Lejos del ruido, lejos de la contaminación y lejos de las personas. Porque había generado un desapego al mundo. Me buscaba a mi mismo. Buscaba un lugar donde poder vivir en paz.

     Era un tanto contradictorio, dada mi profesión y mi afinidad por la tecnología, que decidiera vivir tan apartado del desarrollo, como lo llamarían algunos. Pero allí, en mi hogar, había logrado crear mi propio centro de operaciones (de bajo presupuesto claro) para trastear y encontrar nuevas maneras de aplicar mis conocimientos sobre la tecnología de la comunicación. En el día trabajaba para una gran empresa que proveía de acceso telefónico satelital e internet, y en casa me dedicaba a probar dispositivos, modificar uno que otro chip electrónico y conectarme a la red (ya que conseguí una conexión bastante rápida y envidiable, si se me permite alardear)  y quedarme hasta las tantas hora de la noche conversando.

¿Con quien?

     Con mi único amigo, que por motivos personales tuvo que irse muy lejos. Compañero de estudios, de luchas y chistes. Claro, para nadie sería complicado mantener el contacto gracias a todas las innovaciones del mundo de las comunicaciones. Teléfonos inteligentes, internet, correo electrónico. Todo eso funcionaba muy bien, pero nosotros decidimos crear nuestra propia manera privada de comunicarnos. Si, el Whatsapp, Telegram, Snapchat y todo eso era el furor de los jóvenes, pero nosotros nos la pasamos mucho mejor creando un enlace con un satélite poco supervisado, creando un sistema encriptado de comunicación y nuestro propio cliente de mensajería. Cosa de nerds, estaba bastante claro.

     Debido a la diferencia horaria (estaba en otro continente) era difícil coincidir para mantenernos al tanto en tiempo real, así que ideamos que era mejor dejarnos mensajes para leer después, como si de correspondencia escrita se tratase. Además, aunque yo no tenía mas responsabilidad que mi trabajo y mis cosas, él ya había iniciado una familia, junto a su pareja, y pronto esperaban su primer retoño. Me alegraba por él, aunque eso significara que habían cosas que dejar de lado.

     Los neumáticos crujieron sobre la tierra al cruzar la entrada. Dejarlo en el improvisado garaje era ya una tarea que hacía inconscientemente. Rebuscar las llaves en el bolsillo, destrabar la cerradura y darle una ligera patada a la puerta para abrirla mientras cargaba la mochila y el maletín a la vez. No había nadie que me recibiera. Había desistido incluso de tener mascota.

     Dejé todo en el suelo junto a la puerta, abrí la nevera para servirme un vaso de jugo, beberlo de un solo trago (era un tanto impaciente) y dirigirme al estudio donde tenía el computador conectado al sistema de comunicación y aparte el computador portátil conectado a la conexión convencional.

     Como de costumbre, el terminal indicaba que había recibido mensajes de mi amigo. Inmediatamente sonreí, aunque miré extrañado que el número de mensajes ascendía sin parar. Era muy extraño. Quizá se había generado un error o me estaba jugando una broma. No era difícil de creer esto último.

Tiré de la silla con el pie para acomodarle en la posición acostumbrada. Me dejé caer sobre el cojín maltrecho (debía ya dejar la vagancia y buscar uno nuevo) y con un tecleo bastante rápido (el único sonido que alteraba el silencio) eché un ojo a los mensajes en el cliente.

"¿Que demonios es esto?"

     Exclamé en voz alta de manera inconsciente. El buzón de entrada se estaba llenando de un sinnúmero de archivos con nombres ilegibles y cada dos o tres minutos aparecía uno nuevo. Lo extraño es que el remitente no era conocido. Me rasqué la nuca sin comprender y traté de abrir el que parecía ser el primero de aquellos archivos.
     Se desplegó una ventana de código que no entendía para nada. Pero... el único que tenía acceso a aquel medio de comunicación debía ser él, así que aquello era un juego bastante elaborado y no pensaba dejarme intimidar y rendirme. Seguro había una manera de descifrarlo.

     Abrí el reproductor de música en el computador portátil y coloqué música instrumental (me encantan las bandas sonoras) y con eso comencé a trabajar. Alrededor de una hora estuve tratando de conseguir una pauta en el código que me permitiera descifrarlo y en tanto conseguí lo que parecía ser la solución, busqué una aplicación donde tan solo debía dar las instrucciones correctas y comenzaría a desencriptar todos aquellos archivos para saber que contenían.

     Apareció la barra de progreso... esto tardaría un poco. Con la música de fondo, revisé un poco mis documentos y trabajos pendientes, luego abrí algún juego para distraerme y sin notarlo en algún momento caí dormido.

     Debía ser poco mas de medianoche cuando desperté y tras frotarme los ojos tratando de desperezarme, me fijé que el primer archivo se había desbloqueado. Había funcionado la aplicación y ahora podía ver que era aquello que me había mandando aquel loco. Un par de clics y el ventilador del computador aumentaba las revoluciones al verse el equipo exigido para procesar el archivo. Todo seguía siendo muy extraño. La vista me ardía un poco por el brillo de la pantalla en la oscuridad, pero leía rápidamente la información que aparecía en pantalla.

     Me quedé helado. Aquello debía ser una broma, claramente, pero no entendía la gracia. Volví a mirar el archivo desde el principio y ahora sabía que debía revisar el resto, pero aun faltaba mucho para que la aplicación pudiese desencriptarlos.

     Lo único que me quedaba claro es que no había sido mi amigo quien enviara todo aquello. Por lo que entendía, ni siquiera era de origen humano. El primer archivo era una especie de reporte. El origen de la información no era de la tierra. Algunos seres habían adaptado sus sus sistemas de comunicación a los nuestros al momento de acercarse al planeta y poder estudiarnos. Había registros del tiempo en que lo habían hecho (aunque claramente usaban otro sistema de medición) y al parecer habían pasado varios meses estudiando cada característica de la raza humana (por cada región, cada país y cada lugar) para un posible encuentro o quizás una invasión. De alguna forma nuestro sistema había interceptado esas comunicaciones (¿habrán usado el mismo satélite por mera casualidad?) y por un golpe de suerte había procesado todos aquellos reportes que llegaban como archivos al terminal.

     Sin que lo supiéramos, una raza extraterrestre había visitado la tierra y tenía en mi poder la información que habían recogido sobre nosotros. Creo que mis horas de sueño se acabaron. Ahora sentía una inmensa curiosidad por saber que contenían el resto de archivos y si estábamos en riesgo de ser invadidos muy pronto.

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@DigiMenace Tan solo una persona que trata de comprender al mundo. Hablando siempre desde la ignorancia y aceptando que no tiene la razón en nada.