Te encierras
¿Seguía durmiendo? No lo sabía. Le rodeaba la oscuridad y la soledad era absoluta. Sentía el frío suelo bajo su piel, mientras permanecía tumbado boca arriba con brazos y piernas extendidos. O eso podía percibir por su sentido del tacto. No escuchaba nada, no veía nada.
Solo su respiración, lenta y pesada, perturbaba la paz que sentía. Una paz incómoda de sentirse aislado del resto del mundo. Sin saber cuánto tiempo había pasado intentó ponerse en pie. Ahora allí, erguido en medio de la oscuridad no tenía idea de a donde dirigirse. Levantó sus manos al frente y comenzó a andar, tanteando, tratando de encontrar algo a lo que aferrarse.
Después de unos cinco o seis pasos se topó con una pared sólida y fría. Nada la perturbaba. Era lisa e impenetrable. Golpeó un par de veces y tan solo obtuvo un sonido seco y ahogado en respuesta. Decidió usarla para guiarse, apoyando tan solo su mano derecha mientras giraba su cuerpo y andaba hacia la izquierda. Unos cuantos pasos mas allá, llegó a lo que era un rincón en que se topaba con otra pared perpendicular. Igual a la primera. Igual de sólida e infranqueable. Así continuó hasta que logró determinar que estaba encerrado entre cuatro paredes.
Gritó, pero nadie le respondió. Ni siquiera el eco. Apoyó su espalda contra la pared mas cercana, comenzando a sentir ansiedad. La oscuridad se volvía un monstruo que trataba de devorarlo. Su cuerpo se derrumbó en el suelo y se encogió sobre si mismo hasta caer en un profundo sueño.
Sin saber cuánto tiempo había pasado, lo despertaron un grupo de voces ahogadas que parecían provenir del otro lado de la pared. Sus sentidos entraron en alerta y con total desespero corrió hasta chocar contra la pared opuesta. Adolorido y alterado, apoyó la oreja sobre la lisa superficie para tratar de escuchar mejor, pero no podía percibir mas que un murmullo. No distinguía palabras, pero sí distintos tonos de voz. Su corazón latía rápido. Volvió a golpear la pared esperando que las personas al otro lado le escucharan. Pero nuevamente no hubo respuesta.
Empujó con ambas manos, y toda su fuerza, la sólida pared que seguía negándose a moverse aunque sea un centímetro. Se vio obligado a volver a gritar, pero los muros que le rodeaban se cerraban sobre el y le mantenían totalmente separado del mundo. Luego de pasar largo rato en la misma tarea sin obtener resultados, cayó agotado al suelo donde decidió esperar que su cuerpo se entregara al destino. Pronto se le hizo difícil respirar. Pronto su mente volvía a ceder y perdía el conocimiento.
La superficie bajo su cuerpo se ablandó y pequeños trozos del suelo comenzaron a desprenderse de manera progresiva, hasta que nuevamente su cuerpo se precipitaba en caída libre en la oscuridad absoluta.

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